El capitulo de Portillo
Se suponía ese ansioso viernes que el ex-presidente más polémico que jamás haya conocido este país llegaría a las nueve de la mañana, en un vuelo privado que lo dejaría en el aeropuerto de La Aurora. Efectivamente, nuestro ex-presidente arribó, pero no a la hora prevista, y fue allí cuando empezó el calvario de quienes se proponían cubrir para los medios el suceso.
Alfonzo Portillo, quiérase o no, tiene un poder de convocatoria que difícilmente puede ser comparado con el que pueda poseer cualquier otro político guatemalteco. Empezando por el que ejerce sobre los medios de comunicación, cuyos periodistas se encontraban apostados en el mencionado aeropuerto desde muy temprano en la mañana. Y siguiendo con el que se percibe en la gente, debido a las decenas y decenas de personas que acudieron al aeropuerto para verlo llegar. Pues bien, el ex-presidente llegó alrededor de las 11 de la mañana, y una vez superado el tumulto acumulado en la escalera de la avioneta que lo trajo, pasó directamente a las afueras del aeropuerto, dejando con los crespos hechos a los periodistas que lo esperaban para la rueda de prensa. Los pobres, tan hambrientos de comida y de noticias, tendrían que esperar un rato más. Acuérdense muchachos, “guerra avisada no mata a soldado y si lo mata es por descuidado”.
Una vez vivido su momento de gloria con la gente que fue a recibirlo, el hombre que sí camina tuvo la amabilidad de conversar con los reporteros, y la esperada rueda de prensa se realizó. Es bueno destacar que quienes no conocían el fronterizo terminal aéreo esperaban un cómodo salón VIP que les proporcionara todas las facilidades para la sesión de preguntas y respuestas. Lástima, se decepcionaron al comprobar que la dichosa sesión estaba pautada en la estrecha cafetería aeroportuaria. Al menos el muchacho que hace café y los sandwichitos tuvo la oportunidad de ver de cerca de su paisano ex-presidente.
La aburrida reunión con el antiguo Jefe de Estado estuvo amenizada por la banda de mesoneros que dejaba caer cada 43,8 segundos una sarta de botellitas de agua mineral; lo cual no importaba mucho, puesto que el ex-presidente no le prestaba mucha atención y seguía hablando sin parar –que dicho sea de paso, es algo que hace con un esfuerzo sobrehumano. De todas maneras, los mesoneros se merecen un reconocimiento por los servicios prestados.
Otro detalle importante fue la irritación que estaban causando los camarógrafos a los asistentes en general. Expresiones como “dame un ladito, paisano” o “siéntate que me tapas la cámara” eran contestadas con frecuencia con un “no me quito chico, no me da la gana”. Y para colmo de males, la maraña de cables de cámaras y micrófonos le iba provocando un ataque de histeria a más de uno. Al finalizar, el polémico dirigente político se fue con toda su comitiva a su localidad natal.
